Brecht en salsa Deleuze

Este breve artículo se puede considerar un apéndice del otro escrito sobre Brecht.

Una reflexión

En los escritos, se presta especial atención al aspecto funcional del método. Un acercamiento científico al teatro que en cierto modo elogia la era de transformaciones en la que vivía el mismo B. pero en la que también vivimos. Un aspecto evidente es la contextualización de los eventos y temas de las obras. Contextualizar la época en que vivimos es el medio que tenemos para hacer obras escritas en otros tiempos, obras actuales, con una función social aplicable a nuestro tiempo. El mecanismo hace de estas teorías una práctica científica. Aunque todo gira en torno a una visión filosófica, como explica en la carta a un actor tratando de aclarar en qué consiste su método. A partir de este punto me pregunto: ¿podemos identificar el tiempo en que vivimos como el contexto sobre el cual aplicar un razonamiento de este tipo? Creo que sí. Los tiempos cambian continuamente. En el cambio están encerrados elementos fijos y elementos móviles. Considero elementos fijos el alma humana, porque se desarrolla a través de las mismas necesidades y debilidades de siempre. Es cierto que estas necesidades y debilidades han sido influenciadas y gradualmente modificadas por las evoluciones de la sociedad, pero en general hay características “duras de morir” (la sed insaciable: concepto abstracto para indicar, por ejemplo, la sed de poder). Luego están los elementos móviles, o variables, o las relaciones entre los hombres, los equilibrios que se establecen entre ellos para determinar la jerarquía de las cosas y de los roles. Cambios perfectamente descritos por Deleuze. Pensar en los cambios de la sociedad en estos términos nos permite aplicar los mismos mecanismos teorizados por Brecht para que el espectador tome posición. Una especie de definición, o búsqueda, de las “nuevas armas” para usar un eufemismo que el propio Deleuze usa en su poder sobre las sociedades de control. El concepto mismo de espectador ha cambiado y sigue cambiando aunque lentamente. Con el teatro épico y, en consecuencia, todo lo que lleva consigo, Brecht dio otro uso a lo que era el drama aristotélico. Está claro que se ha alejado del concepto pero no de la mecánica. Ya no se habla de acontecimientos no controlables, sino de hombres ante hombres, situaciones reales comunicadas a través de gestos con una precisa función social. Otra forma de ver las cosas, proponiéndolas a un público que, para disfrutar del espectáculo teatral, no puede emocionarse empática sino políticamente, por lo tanto eligiendo y tomando posición.

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